Un año más me he vuelto a pasear por el bonito y maravilloso pueblo de Sitges con motivo del
a, y aunque hace ya un par de años que vuelvo tarareando la misma tonadilla, la cosa vendría a simplificarse con un ni fu ni fa.
Este año es el noveno que me cruzo con zombies, pijos absurdos de fin de semana que cambian el chiringuito de la playa por una sesión de cine a ciegas y verdaderos fans del cine de terror que acuden anualmente al evento más importante relacionado con el cine de terror y la ciencia ficción que se celebra en nuestro país (con todos mis respetos a la
Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián y al
Festival de Cotxeres de Sants) y no sé si es porque me hago mayor y a mi nivel de exigencia se le añade un +1, pero cada año vuelvo más decepcionada tanto con la programación como con el nivel general de todas las producciones.
Este año, el mismo en el que
Alien cumplía 30 años y se convertía en la película homenajeada, todo el mundo se rasgaba las vestiduras con
Rec2 - que se estrenaba en el cine de mi pueblo al día siguiente de la super mega premiere de Sitges, para la cual se agotaron las entradas en cuestión de horas -.
Moon, la ópera prima de
Duncan Jones, conocido por ser el hijo de
David Bowie pero no llevar su apellido para no parecer sospechoso, y a partir de ahora, por haberse llevado 4 premios de esta edición por algún motivo que todavía desconozco.
The Imaginarium of Dr. Parnassus, la nueva película de
Terry Gilliam, que tenía unos cuantos ases en la manga con nombre de grandes actores como
Johnny Depp o
Colin Farrel, y por último, lo nuevo de
Park Chan-Wook, director que ganaría el festival hace ya 5 ediciones con la increíble
Old Boy, y que nos traía este año una de vampiros religiosos,
Thirst.
El panorama no pintaba mal del todo, pero tengamos en cuenta diversas premisas:
1. Por una película de zombies, mato.
2. Voy al cine a pasarlo todo todo lo mal que sea posible, pues mi único objetivo es amortizar los 7.50 (sin palomitas) euros que vale meterse en una sala.
3. También veo otro tipo de películas y soy fan acérrima de...por ejemplo,
Wes Anderson, pero ese no es el tema.
Si casi me rompo la crisma corriendo por los pasillos del Auditori en busca de la mejor butaca, o se me gangrenan las piernas por estar haciendo cola durante más de una hora para entrar al Prado o al Retiro, una vez dentro, no estoy ni para las gafapastadas de
Duncan Jones, ni pretendo que
Paco Plaza y
Jaume Balagueró se hagan un chalet a mi costa mientras se me queda cara de póker durante más de media hora. Queda más que claro pues, que
Rec2 no se la recomendaría a nadie que haya disfrutado con la primera parte. Por eso mismo puede que lo que cuento me haga parecer una nazi del cine a la que no le vale otro criterio u opinión que no sea la suya, pero después de esperar un año, sólo pido un poquito más de carnaza, que esto no es la Filmoteca.
Así pues, mi wishlist - para muchos, hecha con el culo - seguía otro camino más acorde con lo que parecía que me iba dejar buen sabor de boca. Viento en popa a toda vela, con el rotulador en la mano y la programación (con horarios imposibles, por qué no decirlo) en la otra, ataqué por el siguiente frente. En primer lugar,
Pandorum, con
Dennis Quaid como comandante de una nave espacial que se llena de unos seres extraños y muy cabrones, un poquito de
The Descent y una pizca de
Event Horizont.
Splice, con
Adrien Brody y
Sarah Polley - pese a que haya aparecido en películas de la
Coixet, también tiene derecho a vivir la muchacha - a las órdenes de
Vincenzo Natali, uno de los nombres de mi lista de imprescindibles.
Survival of the Dead, la nueva de
George A. Romero, que preferiría no haber visto y así poder ignorar que el hombre ya chochea, y
La Horde, una de zombies que pasa a engordar la lista de películas de terror francesas en la que ya figuran
Martyrs,
A l'Interieur y
Frontiere(s).
Está claro que la lista no se quedó con cuatro títulos que destacan sino que por medio caerían
Moon,
La huérfana, una película de terror en la que una niña adoptada les hace la vida imposible a sus nuevos padres.
The Children, que recuerda claramente a los niños cabrones de
Eden Lake, una peliculón como la copa de un pino que se estrenó el año pasado en el festival.
Carriers, un quiero y no puedo sobre infectados que tienen la gripe y a los que deberías tener pánico si lo que te molesta es que la gente te tosa encima.
Dead Snow, la noruega de zombies nazis que es puro divertimento y para la cual la palabra despropósito podría ser su mejor adjetivo.
Clive Barker's Book of Blood, que si yo fuese
Clive Barker y hubiese hecho cosas tan grandes como
Hellraiser me daría vergüenza que una película así llevase mi nombre en el título.
Pontypool, la muestra de que los virus no sólo se transmiten a través de la saliva o el sexo sin protección, y que las palabras muchas veces duelen más que el mordisco de un zombie.
The Revenant, una película a lo
Shaun of the dead, con un planteamiento totalmente diferente pero igualmente divertida.
Waisting Away, la que posiblemente encontraréis reseñada como la película de la sustancia verde que te convierte en un muerto viviente pero que te hace creer que tienes super poderes, y
Dead Zone, el filme que le faltaba a
Ken Foree para engordar su filmografía.
Vinieron los chicos de
Crepúsculo para hacer las delicias de las adolescentes - con sus madres - que hacían cola de noche para ver el teaser de
Luna Nueva, se pasó en primicia mundial y universal la segunda parte de la trilogía de
Stieg Larsson,
La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, vimos a
Jared Leto en
Mr. Nobody, a
Paul Giamatti en
Cold Souls y a
Viggo Mortensen - que vino a presentar
The Road y a recibir un premio honorífico - hablando en un catalán que ya lo querría el director del festival y un año más, vivimos algo que se va a convertir en un clásico: la zombiewalk. Todo marchaba bien, parecía que este año octubre se estrenaba sin frío ni lluvia, lo que invitaba a la muchachada a acercarse a Sitges y vaciar sus bolsillos para llenar los de la organización y los de los señores que vendían bocadillos.
Tras las colas kilométricas, las carreras para coger un buen sitio en el Auditori - este año las mejores butacas estaban reservadas para los Vips y la gente de bien -
Moon se llevó el premio a la mejor película, y no teniendo suficiente con ello, 3 premios más le fueron otorgados por distintos méritos que ni secundo ni comprendo. Sí, vi
Moon, por eso de que la vendían como una mezcla entre
2001, una odisea en el espacio y
El Resplandor, pero no se engañen señores, ni una cosa ni la otra.
Moon no deja de ser una película más, con un argumento mundano y un tufillo a cine indie que no debería tener (por lo del presupuesto lo digo). Pese a todo, debo aplaudir el trabajo de su actor principal,
Sam Rockwell, quien no comparte pantalla con ningún otro ser humano y que por lo tanto, carga con todo el peso de una película que se hace por momentos aburrida y previsible.
Una vez más no salgo de mi asombro con el veredicto del jurado, y es que el clamor general (ya sabéis, el boca a boca y los comentarios que se oían en los subterfugios más selectos de Sitges, osea donde están los freaks) proclamaba a
La Horde como la ganadora del festival. Así pues, no sería más lógico que el jurado premiase una película de terror de verdad como la de
Yannick Dahan y
Benjamin Rocher? un filme de zombies a la antigua usanza, sin pretensiones, con un ritmo frenético y con unos diálogos dignos de lo mejor de
Tarantino?. Nuevamente se volvía a repetir lo de
Hard Candy y
Surveillance, películas (incomprensiblemente) vencedoras en ediciones anteriores.
Sea como fuere, un año más terminó Sitges mientras cogíamos el camino a casa cabizbajos y con los pies destrozados después de haber recorrido el trayecto del Auditori a la estación unas cincuenta veces en diez días. Unos sintiéndonos afortunados por haber visto una de las mejores películas de zombies desde El amanecer de los muertos, otros llevándose las manos a la cabeza al enterarse de que
Moon se había quedado cuatro premios del festival (válgame diós), y el resto asimilando las más 60 películas que se han pasado este año, pero todos esperando con anhelo la 43a edición. Y es que somos como los zombies, nunca tenemos suficiente.